Mexicali.– La historia que estremeció al fraccionamiento Victoria en enero de 2024 concluyó con una sentencia condenatoria, José Walter Meza, de 47 años, fue declarado culpable de violencia familiar y trata de personas por mendicidad, tras demostrarse que explotaba a tres menores de edad, hijos de su pareja sentimental, obligándolos a pedir dinero en la vía pública y mantenerlos bajo condiciones infrahumanas.

El fallo fue resultado de un procedimiento abreviado impulsado por la Unidad de Investigación con Detenidos Oriente de la Fiscalía Regional de Mexicali, el Ministerio Público presentó pruebas contundentes que acreditaron que Meza sometía a los niños, de 10, 12 y 13 años, a maltratos físicos y psicológicos, además de privarlos de su libertad mediante cadenas y candados para inmovilizarlos dentro del domicilio familiar.

El caso salió a la luz el 22 de enero de 2024, cuando un vecino reportó a las autoridades que un menor descalzo y con una cadena en las muñecas había ingresado corriendo a su ferretería pidiendo ayuda, el hombre logró llamar al 911 antes de que el niño huyera del lugar, lo que desató un operativo de búsqueda que culminó con el hallazgo de tres menores en una vivienda ubicada en Larentia #468, del mismo fraccionamiento.

Los agentes de la Dirección de Seguridad Pública Municipal, con apoyo de la Unidad de Violencia Intrafamiliar (UVI), detuvieron a José Walter Meza y a su pareja, madre de los menores, en ese momento, ambos fueron trasladados a la Subcomandancia Zona Este para ser puestos a disposición de la Fiscalía General del Estado.

Conforme avanzó la investigación, las autoridades determinaron que la mujer también era víctima de violencia de género y vivía bajo el control físico y psicológico del agresor.
El expediente reveló que Meza no sólo golpeaba y humillaba a los niños, sino que también manipulaba y amenazaba a su pareja para forzarla a mantener el ciclo de abuso.

Los menores eran enviados a distintos puntos de la ciudad para pedir dinero, bajo amenazas de castigo si no regresaban con una cantidad determinada, la vivienda donde habitaban fue descrita por los peritos como insalubre, sin ventilación adecuada y con evidentes signos de negligencia y encierro.

Este caso, que comenzó con el llamado solidario de un ciudadano, expuso uno de los rostros más duros de la violencia doméstica, pero también mostró el valor de intervenir cuando un menor pide ayuda; tras la condena del culpable, finalmente llega la ruptura de un ciclo de silencio y abuso que nunca debió ocurrir.